Judas y los quintos

La celebración del Judas y los quintos es una tradición que se celebra en muy pocos pueblos y normalmente se lleva a cabo el domingo de Resurrección. En esta celebración se lincha o quema un muñeco que representa a Judas IscarioteAlbalate de las Nogueras en Cuenca, es uno de estos pueblos donde se celebra, colgando a Judas en lo alto de un palo a casi veinte metros de altura, para después dejarlo caer y posteriormente quemarlo.

Los quintos son los encargados de llevar a cabo este acto con la ayuda de los demás jóvenes del pueblo. Ellos eran los chavales que tenían que hacer la mili y en Semana Santa, antes de incorporarse a su destino, organizaban en su pueblo una fiesta de despedida. Una vez desaparecida esta obligatoriedad, hoy en día se hace al cumplir los 18 años y participan tanto chicos como chicas.

Los quintos fabrican un Judas con un mono de trabajo relleno de paja y un botijo como cabeza. En la madrugada del sábado al domingo se realiza todo el trabajo en la plaza del pueblo. En uno de los extremos de un tronco dispuesto de forma vertical se coloca al Judas. Después colocan tres pares de palos en forma de X para ir subiendo y asegurando el tronco a la vez que se tiran de gruesas cuerdas. Es una tarea muy dura, además de peligrosa por la envergadura de los troncos utilizados, llevando unas cuatro o cinco horas de trabajo

Antes de que se celebre la misa del domingo de Resurrección se suelta una de las cuerdas que sujetan el tronco, de tal modo que el Judas cae desde lo alto a lo más cerca posible de la puerta de la Iglesia. Una vez en el suelo, los niños le extraen los caramelos que lleva en su interior, lo pasean por el pueblo y finalmente le prenden fuego. Tradiciones que están desapareciendo debido a que cada vez hay menos jóvenes que se quedan a vivir en pueblos pequeños.

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Curiosidad objetiva

Hace unos días cenando en casa de mi buen amigo Basilio, me estuvo enseñando unas pruebas que había estado realizando para evidenciar la calidad de la imagen de sus objetivos. Motivado, me animé a hacer una prueba sencilla con dos ópticas que tengo. Todos sabemos por definición que los objetivos con focales fijas poseen una mejor calidad de imagen, menor número de elementos ópticos y en consecuencia menor aberración cromática, etc.

Aún a pesar de conocer webs de test de cámaras y objetivos como las de Dpreview, Digital Camera Lens o la página de Ken Rockwell, nunca me he comido demasiado el coco con curvas MTF y esas cosas. No obstante me pareció interesante hacer una prueba para ver la diferencia entre mi Tamron 17-50mm f/2,8 y mi Canon 50mm f/1,8. Está claro que la prueba está en desventaja, pero aún así y como curiosidad decidí hacerlo. Respecto al Tamron he de decir que estoy muy satisfecho con su rendimiento y con su excepcional relación calidad-precio como ya lo comenté en su momento. Incluso en ampliaciones de imágenes de 1 metro por 1,5 metros este objetivo ha demostrado estar a la altura de las circunstancias.

Como para ver la diferencia (me refiero básicamente a la nitidez) entre estos dos objetivos basta con hacer un par de fotos utilizando la misma focal, usé como motivo el campanario de Iglesia Románica de Nuestra Señora de la Asunción en Albalate de las Nogueras (Cuenca). Las fotografías están hechas con una Canon EOS 50D.

Como podéis ver en las fotografías que no existe ampliación la diferencia es inapreciable, pero en cuanto le damos un considerable aumento, ya se aprecia esa pérdida de nitidez del zoom respecto al objetivo de focal fija. Fijaos en la fecha (1895) que se puede leer en la parte inferior de la imagen ampliada y en una minicruz que hay en centro de la cruz principal. Hace click en las imágenes para ampliarlas y comprobaréis las diferencias.

Ya sé que esto no es nada nuevo, pero…y lo bien que me lo he pasado haciéndolo. 😉

 

 

 

 

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Albalate de las Nogueras y la ley de Murphy

Tres días y pico de paz y tranquilidad han puesto el acento a una escapada a Albalate de las Nogueras, que ya ha tocado a su fin. Este pequeño pueblo de no más de 200 habitantes, es para mi un destino familiar, pues debido a que unos buenos amigos tienen casa allí, lo visito con cierta frecuencia. En esta ocasión la lluvia ha hecho acto de presencia casi todos los días y hemos aprovechado para buscar unos cuantos robellones que echarnos a la barriga. Lo llamativo para mi, ha sido encontrar otros tipos de hongos y setas que nunca había visto con semejante intensidad en sus colores.

Todos los días llevaba la mochila con el equipo fotográfico a cuestas por lo que se presentara y al margen de las setas, apenas necesité la cámara pues llovía con frecuencia. El sábado olvidé la mochila en el coche de otro amigo que no me pudo devolver hasta el día siguiente y como si me estuviera observado el Sr. Murphy, al caer la tarde del domingo se lió una en el cielo de ensueño. Nubes de múltiples colores adornaban un cielo azul intenso que después de la lluvia se presentaba extraordinariamente nítido y limpio. Justo media hora antes de ponerse el sol, todo se impregnó de una luz cálida que acarició los campos de cultivo adyacentes, otorgándoles un aire mágico…¿y donde estaba mi cámara?…el Sr. Murphy se encargó de que no estuviera disponible y yo me tiré de los pelos, pues cargas todo el día la mochila a cuestas para casi nada y después pagas el despiste del olvidó de esta manera tan despiadada.

En vano esperé al día siguiente a ver si se repetía la situación y mis expectativas fueron aplastadas sin compasión. Apenas un leve reflejo de lo que fue la «tarde perdida» del día anterior, me sirvió para hacer un par de fotos flojas y en escasos 4 minutos que las nubes me concedieron de tregua. Siempre me quedará el consuelo de los agradables paseos y de lo ricos que estaban los robellones que nos hicimos junto con la paella, a la plancha, con pisto, etc. 🙂

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