Coincidencias fotográficas

Cuando uno viaja a destinos muy emblemáticos y hace fotografías, no es difícil que aparezcan las mismas personas en las imágenes de distintos fotógrafos. Si la vida de estas personas transcurre cerca de algún sitio representativo de la ciudad son a menudo objeto de miradas comunes como es en este caso. La fotografía que os adjunto corresponde a un viaje que hice a Marrakech en mayo del 2010, donde se aprecia a un anciano sentado a las puertas de la Madraza de Ben Youssef. A este anciano jamás lo había visto antes.

Hace unos días echando un vistazo al portfolio de Olivier Föllmi, me encontré a esta misma persona sentada en el mismo lugar, pero varios años atrás pues parece algo más joven. Os enlazo la fotografía en cuestión, para que la veías de manera independiente y podias compararla. No sé si este señor será consciente del interés que puede llegar a suscitar su imagen, pero lo que está claro es que probablemente aparecerá en un montón de fotografías, convirtiéndolo en alguien muy carcaterístico del lugar.

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¿A qué tipo de personas queremos llegar a la hora de mostrar una fotografía?

El otro día, cuando inauguré la exposición “El País Bassari”, me pasó algo que me hizo reflexionar. Ya casi al final del evento, tres chicas y un chico metidos en años, se me acercaron para decirme que las fotografías que acababan de ver, realmente les habían impresionado y gustado. Puede parecer que no tenga nada de excepcional esta situación en un evento de este tipo, pero para mi fue especial. Yo no los conocía de nada y aunque pueda parecer que su agradecimiento fuera por compromiso, no lo fue. En este caso concreto vi sinceridad y emoción en sus ojos. Sólo por ese instante mereció la pena tanto esfuerzo. No intercambiamos más que unas palabras, pero me dio la impresión de que no eran personas ilustradas entorno a la fotografía, pero si llenas de vida y amantes de África. Probablemente no sabrían que es un archivo RAW, un histograma o un diafragma, pero entendían de sonrisas, de color y de emociones.

Es curioso cuando algunas veces ponemos el freno de mano y te paras unos segundos a reflexionar. Te das cuenta que entras en una espiral viciosa a la hora de intentar hacer las cosas mejor que casi roza lo obsesivo y después te planteas si realmente es tan importante. Me refiero que al igual que la música, la mayor parte de quien escucha una canción simplemente le gusta o no le gusta, sin ser necesario saber interpretar un pentagrama, tener conocimientos sobre la historia de la música o nociones teóricas sobre la misma.

Imagino que con las fotografías pasa igual, por lo que mi reflexión es la siguiente ¿A qué tipo de personas queremos llegar a la hora de mostrar una fotografía, una canción, un cuadro, etc.? A un público crítico y entendido pero a la vez minoritario o a el resto que son la mayoría. Pienso que lo correcto sería a todos los tipos de personas para así sumar y no restar, pero no todos evalúan las cosas de la misma manera. No sé, a veces pienso que nos obsesionamos demasiado con los procesados, las cámaras de gama alta o la técnica fotográfica en si (que no digo que haya que descuidarlos) pero que al final lo que cuenta son las sensaciones que puedas transmitir y a quien las podamos transmitir y eso algunas veces lo acabamos olvidando. Quizá por eso me vino a la mente esta célebre de Olivier Föllmi, “Una foto perfecta pero vacía de sentido, no igualará jamás a una foto borrosa cuyo mensaje conmueve”.

 

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