El Quebrantahuesos

Con la idea de poder observar y de paso fotografiar al Quebrantahuesos (Gypaetus barbatus) el pasado puente de Pilar me fui a los Pirineos a ver si con un poco de suerte lo localizaba. Estuve por la zona de Escuaín en las inmediaciones del Parque Nacional de Ordesa, ya que es un buen sitio para la observación de esta emblemática ave.
Aunque se trataba de una vista rápida a día siguiente de mi llegada y después de hacer la ruta de los miradores de Revilla, tuve suerte y pude localizar un ejemplar adulto. Lo pude observar en buenas condiciones, pero fue tan breve que no me dio tiempo a hacer foto alguna. Aunque ya me daba por satisfecho, el día de mi partida hice un segundo intento y de repente se formó en el cielo, una espectacular nube de Buitre leonado (Gyps fulvus), con la suerte de que entre la mencionada nube aparecieron un par de ejemplares de Quebrantahuesos. Uno nos pasó suficientemente cerca para que pudiera hacerle algunas fotos. En ese mismo instante ya me di cuenta que se trataba de un ejemplar marcado y eso aumentó mi curiosidad.
Una vez revisadas las fotografías, fuimos a ver a Javier. Javier es uno de los guardas que le dedican gran parte su vida a colaborar con la recuperación de esta especie que está en peligro de extinción. Él y otros compañeros se encargan de seguimiento de los ejemplares marcados, así como de controlar y abastecer los puntos de restos procedentes de mataderos que se han creado para ayudarles en su alimentación. Da igual la época del año, haga frió o calor, él siempre está ahí para intentar que en el futuro existan poblaciones estables de esta especie que lo está pasando tan mal. Su labor en encomiable.
Nada más ver la fotografía en mi cámara me dijo que se trataba de «Jaca» una hembra marcada desde pollo, con 4 años de vida y con un radiotransmisor en su espalda. Prácticamente se los conoce a todos por su nombre y como se han ido perdiendo varios ejemplares, por venenos, electrocuciones o furtivismo.
Aprovechamos también para poder ver la cámara de televisión que por control remoto usan para el seguimiento de esta  especie y de paso charlamos un rato sobre la situación actual de Quebrantahuesos, que aunque esperanzadora (existe una población de más o menos 400 ejemplares en todo el Pirineo), queda mucho por hacer. Espero y deseo que consigan su objetivo.

Con la idea de poder observar y de paso fotografiar al Quebrantahuesos (Gypaetus barbatus), el pasado puente de Pilar me fui a los Pirineos a ver si con un poco de suerte lo localizaba. Estuve por la zona de Escuaín, en las inmediaciones del Parque Nacional de Ordesa, ya que es un buen sitio para la observación de esta emblemática ave.

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Aunque se trataba de una vista rápida, al día siguiente de mi llegada y después de hacer la ruta de los miradores de Revilla, tuve suerte y pude localizar un ejemplar adulto. Lo pude observar en buenas condiciones, pero fue tan breve que no me dio tiempo a hacer ninguna fotografía. Aunque ya me daba por satisfecho, el día de mi partida y mientras apuraba mis últimas horas, de repente se formó en el cielo, una espectacular nube de Buitre leonado (Gyps fulvus), con la suerte de que entre la mencionada nube aparecieron un par de ejemplares de Quebrantahuesos.

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Uno nos pasó suficientemente cerca para que pudiera hacerle algunas fotos. En ese mismo instante ya me di cuenta que se trataba de un ejemplar marcado y eso aumentó mi curiosidad.

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Una vez revisadas las fotografías, fuimos a ver a Javier. Javier es uno de los guardas que dedican gran parte su vida a colaborar con la recuperación de esta especie que desgraciadamente está en peligro de extinción. Él y otros compañeros se encargan del seguimiento de los ejemplares marcados, así como de controlar y abastecer de restos procedentes de mataderos los puntos que se han creado para ayudarles en su alimentación. Da igual la época del año, haga frió o calor, él siempre está ahí para intentar que en el futuro existan poblaciones estables de esta especie que lo está pasando tan mal. Su labor es sin lugar a dudas, encomiable.

Nada más ver la fotografía en mi cámara me dijo que se trataba de «Jaca» una hembra marcada desde pollo, con 4 años de vida y con un radiotransmisor en su espalda. Prácticamente conoce a todos los ejemplares por su nombre y como se han ido perdiendo varios de ellos, por veneno, electrocución o furtivismo.

Aprovechamos también para poder ver la cámara de televisión que por control remoto usan para el seguimiento de esta especie y de paso charlamos un rato sobre la situación actual de Quebrantahuesos, que aunque esperanzadora (existe una población de aproximadamente 400 ejemplares en todo el Pirineo), queda mucho por hacer. Espero y deseo que en un futuro no muy lejano consigan su objetivo.

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El valle de Bujaruelo. Menos mal que nos queda la luz…

Uno de los principales motivos por el cual me compré mi primera cámara réflex, fue mi primera visita a los Pirineos. En esa primera visita al valle de Ordesa, creo que fui embrujado por esa luz tan especial que se puede apreciar dentro de sus bosque y a partir de ahí, no me quedó más remedio que tratar de constatarlo fotográficamente. Y así fue, ese mismo año me compré mi primera cámara réflex (una PRAKTICA BC1) y volví en años sucesivos allí fascinado por aquella luz, cargado de carretes en blanco y negro que yo mismo me bobinaba y de diapositivas de todas clases. Mi primer contacto con el valle de Bujaruelo fue en el año 87 y marcó en mí una sensación muy intensa, de contacto con la naturaleza y sobre todo, de un factor que hoy es muy difícil de experimentar. Me refiero a la soledad. Cuando descubrí este precioso valle sólo encontré un refugio en mal estado y ni una sola tienda de campaña. Al abrir aquella chirriante puerta de madera del refugio, sólo dos solitarios montañeros se encontraban en su interior tomándose algo caliente al lado de un hogar. Fue como llegar al principio del fin.
En otras visitas también llegué a estar sólo o como mucho y temporalmente con unas pocas tiendas de campaña, generalmente de montañeros que iban a subir algún pico de los alrededores o a realizar una travesía. En el año 89 fui dos veces, una en marzo y otra en diciembre y también pude plantar la tienda en la más absoluta de las soledades. Desde esa fecha no había vuelto a ir a este magnífico valle.
Aunque había oído comentarios de lo cambiado de esa zona, no podía imaginar que lo me encontré hace unos días, cuando después de más de 20 años regresé. Creo que hace 4 o 5 cinco años limitaron el acceso a la entrada del Parque Nacional, pudiéndolo hacer sólo en autobuses que salen de Torla y eso imagino que ha influido en el hecho de que Bujaruelo, haya incrementado sus visitas al no tener esa restricción. Cuando llegué a mi Bujaruelo querido, lo encontré colapsado por coches, tres campings activos, y un aparcamiento repleto de vehículos en el fondo del valle. En lugar de aquel refugio con solera que encontré en el pasado (hoy totalmente reformado) se levantaban dos estructuras más. Ya no se puede acampar sino es el el camping (osea pagando) y sobre todo y lo más impactante, fue la presencia de las nuevas tecnologías. Paneles solares, parabólicas y hasta wifi tanto en el refugio como en el camping. No soy precisamente yo un enemigo de la nuevas tecnologías….sino todo lo contrario, pero no en ese contexto. Casi fue un shock y eso me hizo reflexionar ¿Qué queda de aquella soledad que me embriagaba?.
En la década de los 80 cuatro éramos los colgados que abogábamos por la conservación de la naturaleza, pero bien es sabido que aquello que no se conoce difícilmente lo puedes defender y en ese sentido cuanto más gente lo conozca y lo disfrute (aunque sea a su manera) mejor. Eso conlleva que cada uno de nosotros tiene el mismo derecho a disfrutar de ese medio, pero cuando ese medio se satura puede llegar a perder su encanto. Espero que a la m

Uno de los principales motivos por el cual me compré mi primera cámara réflex, fue mi primera visita a los Pirineos. En esa primera visita al valle de Ordesa, creo que fui embrujado por esa luz tan especial que se puede apreciar en el interior de sus bosques y a partir de ahí, no me quedó más remedio que tratar de constatarlo.

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Y así fue. Ese mismo año me compré mi primera cámara réflex (una PRAKTICA BC1) y volví allí en años sucesivos fascinado por aquella mágica luz. Iba cargado de carretes de diapositivas y de blanco y negro que yo mismo bobinaba, inspirado por el también recién descubierto Ansel Adams.

Mi primer contacto con el valle de Bujaruelo fue en el año 87 y marcó en mí una sensación muy intensa de contacto con la naturaleza y sobre todo, de un aspecto que hoy es muy difícil de experimentar. Me refiero a la soledad. Cuando descubrí junto a unos amigos este precioso valle sólo encontramos un refugio en mal estado y ni una sola tienda de campaña. Al abrir aquella chirriante e intrigante puerta de madera del refugio, sólo dos solitarios montañeros se encontraban en su interior tomándose algo caliente al lado de un hogar que ardía con vehemencia. Fue como llegar al principio del fin.

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En otras visitas también llegamos a estar solos o como mucho y temporalmente con unas pocas tiendas de campaña que generalmente eran de montañeros que iban a subir algún pico de los alrededores o a realizar alguna travesía. En el año 89 fui dos veces, una en marzo y otra en diciembre y también pudimos plantar la tienda en la más absoluta de las soledades. Desde esa fecha no había vuelto a ir a este magnífico valle.

Aunque había oído comentarios de lo cambiado de esa zona, no podía imaginar que lo me encontré hace unos días, cuando después de más de 20 años regresé. Creo que hace 4 o 5 cinco años limitaron el acceso a la entrada del Parque Nacional, pudiéndolo hacer sólo en autobuses que salen desde Torla y eso imagino que eso ha influido en el hecho de que Bujaruelo, haya incrementado sus visitas al no tener esa restricción. Cuando llegué a mi Bujaruelo querido, lo encontré colapsado por coches, dos campings activos, un mesón y el fondo del valle repleto de vehículos. En lugar de aquel refugio con personalidad que encontré en el pasado (hoy totalmente reformado) se levantaban dos estructuras más. Ya no se puede acampar sino es en el camping (osea pagando) y sobre todo y lo más impactante, fue la presencia de las nuevas tecnologías. Por supuesto la vieja emisora de radio, ha cedido el paso al teléfono fijo al que actualmente puedes llamar. Paneles solares, parabólicas y hasta wifi tanto en el refugio como en el camping, son otras muestras más del progreso. No soy precisamente yo un enemigo de la nuevas tecnologías….más bien todo lo contrario, pero no en ese contexto. Fue tan impactante que me hizo reflexionar ¿Qué queda de aquella soledad que me embriagaba y de ese contacto con la naturaleza tan íntimo, tan cercano, tan genuino?

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En la década de los 80, cuatro éramos los colgados que abogábamos por la conservación de la naturaleza, pero es bien sabido que aquello que no se conoce difícilmente se puede defender y en ese sentido cuanto más gente lo conozca y lo disfrute (aunque sea a su manera) mejor. Eso conlleva que cada uno de nosotros tiene el mismo derecho a disfrutar de ese medio natural, pero cuando ese medio se satura puede llegar a perder su encanto. Espero que a la montaña no le pase dentro de unos años, lo que le ha sucedido a la costa. Menos mal que nos queda la luz…

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